Bienvenido a Quality:
Atravesé
la frontera de QualityLand por casualidad. Hurgando en los estantes de la
librería sin encontrar algo que me convenciera. Desistí de jugar al tesoro escondido
y apelé a un recurso indeseable para comprar un libro: el consejo. Para ello me
valí de la primera conexión con la novela: utilicé un aparato electrónico. Fue
el celular. Envié un mensaje y a los minutos obtuve la respuesta. Llevá QualityLand. En este caso el algoritmo
humano fue acertado. De ser un habitante de QualityLand el libro hubiera
llegado a mis manos por mi sólo deseo de tenerlo. Pero no nos adelantemos.
A
la salida de la librería me senté en el café y empecé a leer. Primer dato
importante: QualityLand empieza desde el momento cero. No es poca cosa. La
historia se inicia inmediatamente uno abandona la tapa. No hay prólogos, ni
presentaciones, índices o introducciones. No hay agradecimientos, no hay una
frontera que atravesar hasta llegar el capitulo de había una vez. Es como una
guía. Como un mapa. Como un documento histórico.
Si
los ha convencido Futurama, Rick y Morty, Black Mirror, Star Wars, Un mundo feliz
y hasta los supersónicos entonces QualityLand va a ser de su agrado. El juego
parece simple: la tecnología como herramienta para facilitarnos la existencia.
Sin embargo, otros elementos atentan contra la conspiración de lo complejo. En
la carrera humana por acabar con todo aquello que afecta la cotidianeidad la
respuesta parece estar en la explotación insoportable de la tecnología. Por
suerte el imperfecto humano viene a tropezar una y otra vez con la misma
piedra. La mirada del otro, el consumo
desenfrenado y hasta ridículo, las luchas por el poder (aparente), los medios
de comunicación, las conveniencias, el amor utilitario, las
categorizaciones y nuestro rol en la
sociedad son algunos de los tópicos que toma la sátira de Marc-Uwe Kling.
Para
los coleccionistas de tapas de libros tenemos una preciosa. Metalica con una
silueta de la forma de un beso en código de barra. Por dentro, letras grandes y
espaciosas.
QualityLand
se lee rápido porque avanza según la intensión propuesta por el autor. Los
diálogos son recurrentes y las acciones se van sucediendo, encadenándose, una a
otra. El final aparece como una revelación. Cuando se cierra el libro los
interrogantes son inevitables. En ese momento se abandona QualityLand y uno
regresa a la salvación del mundo real. Agarra el celular y comparte un
comentario en Facebook, busca una cita en Tinder, encarga comida por Pedidos
Ya, critica a un famoso por Twitter, sube una foto a Instagram y crea un video
divertido en Tik Tok.
Facundo
Arquitecto
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