Reseña publicada en el suplemento cultural EL CORREDOR MEDITERRÁNEO de la ciudad de Río Cuarto.
Nato López es un escritor íntegro, que toma la palabra
como una tarea a cumplir, y lo hace desde su forma de ser; aún en la ficción,
Nato escribe con sinceridad, seriamente. La novela EL combustible necesario es
atrapante. El narrador se interna en una investigación de aparente simplicidad,
un testimonio fiel de la vida cotidiana en una localidad pequeña que deviene en
una amarga crónica existencial., donde muchos creen que las cosas pasan porque
sí y que nada tiene remedio. Como es habitual en su obra, López presenta la
vida particular de su lugar de origen sin piedad, con ironía y hasta humorismo.
Leemos a Nato y sabemos que es de los nuestros, porque defiende ese rasgo de
identidad que es el acento como un abrigo que lo viste, despliega la agudeza de
los comportamientos de esa sociedad, las relaciones de ambición y poder
enredadas en causas peligrosas que nos llevan a repensar la perversión y
nuestra inocencia para no percibirla.
En los cuerpos de los animales, el combustible
principal está constituido por carbohidratos, proteínas, que proporcionan
energía para el movimiento de los músculos, el crecimiento y los procesos de
renovación y regeneración celular, mediante una combustión lenta, dejando
también, como residuo, energía térmica, que sirve para mantener el cuerpo a la
temperatura adecuada para que funcionen los procesos vitales.
Mediante una combustión lenta y detallada el
autor ha tomado la ficción como pensamiento en acción y ha dejado, como
residuo, energía térmica, la ha usado para mantener la intriga y la tensión
narrativa a temperatura adecuada para que funcionen los procesos deductivos del
lector.
Pasando al texto: podríamos denominarlo realismo
delirante, un estilo que pone por encima la desmesura y la libertad creativas
de la demanda de verosimilitud de los hechos narrados. Dijo Laiseca “Lo que yo
quiero hacer con las distorsiones del delirio es marcar, justamente, partes de
la realidad poco vistas”, o poco desafiadas- agregaría yo en el caso de esta
novela- porque convengamos que es necesario una buena cuota de riesgo para
ficcionar lo apuntado. Escuchando, viendo, sugiriendo sin acusar, en esa
capacidad que tiene el autor de narrar de manera tan real y sorprendente, lo
tristemente habitual.
En el trazado de sus personajes nos podemos remitir
al nihilismo de Nietzsche, y comprobar las consecuencias que tal doctrina,
apoyada siempre en el eterno retorno y la voluntad de poder, son las
siguientes: la disolución del sujeto, la hermenéutica nihilista y el
pensamiento débil. Todo ello se resume en la posmodernidad filosófica. El
interés se reduce, por lo tanto, a intentar entender la convulsionada época
actual.
El nihilismo es una crítica social al orden
establecido. La sociedad y las estructuras de poder son artificiales, han sido
creadas por los hombres. Y lo que hacen los nihilistas es precisamente
postularse en contra de cómo está concebida y estructurada la sociedad.
El nihilismo moral o ético es la visión
metaética donde nada es moralmente correcto o incorrecto, y allí nos
encontramos con estos personajes empujados hacia la inevitable derrota,
protagonistas de procesos de demolición colectiva que conmueven y repugnan por
su condición de posible inserción donde menos lo suponemos.
Noris Barro
La publicación original en el suplemento se encuentra en el siguiente enlace:
https://elcorredormediterraneodigital.000webhostapp.com/
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